Una temporada de salmón nefasta
Por José Manuel R. ANTOMIL
Lo que sucede en los últimos años en la cuenca del Narcea no es fruto de la casualidad. Algunos ya lo predecíamos hace 20 años y tristemente se confirma.
Una mala gestión durante tantos años iba a tener estas consecuencias. Lo que no esperábamos es que nuestros gestores, encargados del tema, fuesen tan tozudos, y todo parece indicar, que no tiene pinta de cambiar.
Construir un centro de alevinaje en la cola del río se nos antojaba catastrófico, pues a falta de estudios rigurosos, se sabe que el salmón va a donde nace y es obvio que si no nacen en el Narcea, los salmones no vendrán a é. Pero no sólo eso, es más grave que durante años se capturasen salmones reproductores en el Pigüeña para llevarlos a otros centros de alevinaje. Esto, quienes hemos nacido a pie de río, jamás lo entendimos.
Después, aparece el controvertido cormorán, un depredador de los peces que hasta hace unos 15 años, jamás lo habíamos visto en las riberas. Pero claro, aparecen los autodenominados expertos del medio rural y dicen que sí, que el cormorán es de las riberas y por tanto hay que protegerlo, aunque eso suponga que año tras año acabe con las repoblaciones.
Las aguas, por mucho que nos digan lo contrario, están contaminadas, y no vamos a culpar a tal o cual empresa, pero lo mínimo exigible sería hacerles cumplir la ley, empezando por la propia Administración, que tiene varias depuradoras que no funcionan.
Hace años que no se hace la limpieza de los ríos. Es más, a los propietarios de las fincas colindantes con los ríos no se les deja tocar en los árboles y, señores míos, los ríos necesitan luz. Cuando no había tantas restricciones los lugareños talábamos árboles, incluso sacábamos áridos del río, pero no lo hacíamos de cualquier manera, si no siempre protegiendo al pez. En contra de lo que opina el “jefe de servicio”, el salmón, además de ser una actividad deportiva, ha quitado mucha hambre en las riberas y como mínimo, hoy, tendría que ser una actividad económica de gran importancia, no sólo en el entorno si no en toda la región.
Miren ustedes señores autodenominados expertos, mientras ustedes se empeñen en llevar la contraria a quienes nacimos y vivimos en el medio, no se recuperará ni el salmón ni el mundo rural en general. Señor jefe de servicio, ¿sabría explicarme usted de que sirve que Las Mestas sea refugio de pesca, mientras en la zona baja en cada pozo hay 30 cañas todo el día?
¿Sabría explicarme, que beneficio aporta el cormorán a las riberas? Y no estoy hablando de unos pocos, ustedes saben que hay cientos.
La explicación de los ineptos es la de los furtivos, pero créame, en las riberas, como en las montañas, siempre hubo furtivos. Éste, sea del tipo que sea, nunca acaba con su “modus vivendis”. Muy al contrario lo protege. Y si Asturias llegó a este siglo como paraíso natural es gracias a los habitantes del mundo rural, pese a todos los inconvenientes que los autodenominados expertos nos ponen.
Dicen ustedes que la prohibición de la comercialización de salmones y truchas fue una gran medida, ¿sabrían ustedes decirme a cuántos peces salvó esta medida? Porque un pez después de muerto ¿que importa lo que se haga con él?.
Miren ustedes, la pesca, es una actividad deportiva, sí, pero a la vez debe de ser una gran actividad económica y una gran atracción turística para Asturias. Pero lo han hecho y siguen haciendo tan mal que están acabando con ella.
Pensar que en los cotos de Belmonte, hasta hace bien pocos años, salían unos 300 salmones y que en esta última temporada no han llegado a la decena, explica la gestión que nuestros dirigentes han hecho en los últimos años.
Señores míos, en la pesca fluvial, está todo inventado y solo hay que ser racional y no ir en contra de la naturaleza. Basta mirarse en el ejemplo de otros países que miman el salmón como fuente de riqueza que es. Son ustedes tan inútiles que no son capaces de conservar lo que la naturaleza nos da.