“Nalón”
Por José de Arango
[Por las riberas del Aranguín]
A mediados de la década de los cincuenta, del pasado siglo claro, había un semanario que se editaba en Sama de Langreo llamado “Nalón” y con el subtítulo de “El periódico de todo un río”. Algo tuvo que ver mi vocación de periodista con aquella publicación que llegaba cada sábado a la librería de Ramón Varela de la calle de San Antonio de Pravia y de la que salía un paquete de ejemplares en la camioneta de Mallecina para ir dejándolos en Puentevega, La Peñuca, El Cruce, La Tienda, Casa Serafín de Malleza, El Chavolín de La Arquera y finalizar en Casa Carallo de Mallecina. O sea, ambas riberas del río Aranguín arriba.
Con la misma ilusión que uno escribía a lápiz crónicas locales para aquel “Nalón” que dirigía José Antonio Cepeda –de la época solo resistimos César Alvarez, Albino Suárez, el poeta minero de Laviana y el que suscribe- me asomo ahora –del lápiz al ordenador y el correo electrónico- a este periódico, amigo lector, que tienes en tus manos, y que viene a dar luz, taquígrafos y mucho más, a la comarca del Bajo Nalón, esto es, a Pravia, Soto del Barco y Muros.
Del Puente de La Tienda hacia arriba, ya no es territorio de Pravia pero hay un buen número de pueblos salenses que tienen su caída, como se dice por aquí, hacia Pravia. Seguiré patrullando por todo el valle del río Aranguín como lo hacía hace más de medio siglo para desde estas páginas superar con la agilidad que da la veteranía en el oficio los achaques físicos y poder informar de todo lo que se mueva por estas riberas aunque ahora, desgraciadamente, ya no estarán en Pravia esperando leer mis crónicas aquellos pravianos que tanto me animaron en mis primeros pasos en esto de la escritura que fueron Ramón Varela, el librero; Manolín Redondo, estanquero y vendedor de comestibles, Ciro Solís, peluquero y que coleccionó todas las crónicas del Deportivo Praviano desde que se fundó el club de “Santa Catalina” y el cronista oficial de Pravia, alcalde y diputado, Manuel López de La Torre que metía en cintura en el histórico Colegio San Luís a los alumnos más difíciles que le llegaban de más allá de Pajares.
Mi crónica no será semanal sino que en esta ocasión va a tener carácter mensual pero trataré de que sea lo más cercana a los pueblos que sea posible para que no quede nadie marginado informativamente. Hay mucho que contar, hay muchas historias muy interesantes por esta comarca y hay, sobre todo, ansias de saber la verdad sobre todo lo que ocurre, sobre lo mucho que se ha hecho y también sobre lo que queda sin hacer para conseguir frenar el éxodo rural que en estas últimas décadas ha sido galopante. Desgraciadamente habrá que escribir pensando especialmente en los mayores. Los jóvenes, en estos pueblos, se han marchado casi todos si bien se detecta en los últimos tiempos un resurgimiento del asociacionismo vecinal que empieza a recuperar parte del patrimonio cultural y social que quedó abandonado bajo los hórreos y paneras junto con el viejo arado y el carro del país. Pero no todo está perdido por las riberas del Aranguín aunque ahora el parecido de aquellas crónicas del “Nalón” con la realidad serían una insólita coincidencia.
Efectivamente ya no podrán leerle ninguno de ellos: Ramón Varela ya no está para recargarnos los primeros bolígrafos que utilizamos (en ningún otro sitio vi hacerlo y duró poco tiempo). Manolín el del Redondo ya no puede dar voces animando a su Pravia no ni vestirá su camisa azul los 20 de noviembre en que asistíamos a misa en la colegiata alumnos de los distintos colegios. Ciro Solis ya no estará en La Ponte anotando las “rayas” en la bolera de batiente como presidente que era de la Federación de Bolos de Batiente y principal organizador e impulsor de este deporte en la comarca. Y a Don Manuel ya no le oiremos el trueno de su voz en la Miscelánea de los sábados dada amenamente para rellenar unas horas por el cambio habido en los planes de estudio. Hace unos años escuchaba a un joven periodista su pregón de las fiestas y la Pravia que describía no la conocí. Mi Pravia era otra distinta; era la de su padre y de su abuelo, pero no la de los relatos que iba desgranando. Por eso aunque me parece muy bien que su aportación mensual lo dedique a los jóvenes me permito pedirle que de vez en cuando se acuerde de los setentones. Saludos. José Luis González