Publicado el: 18 Oct 2017

Arde el futuro

Por Esther MARTÍNEZ
Cuando yo era pequeña sólo ardían bardiales y borrones (fogatas pequeñas) para quemar rastrojos, restos de poda o restos de limpieza de prados (helechos, malas  hierbas). El monte era accesible más que nada porque había que segar el rozo para mullir el ganado. Y un poco más lejos estaba el bosque, también accesible porque había que cortar leña para calentar la casa en invierno. Los vacas, ovejas y cabras pastaban zonas propias o comunes. Los incendios se producían cuando a un paisano se le escapaba el fuego por no estar al tanto, pero no llegaba mucho más allá porque no había maleza. ¿Porque hay maleza ahora? Porque a mis padres les premiaron por abandonar el campo con políticas agrarias que provocaron el cese de la actividad agraria. A mi generación se nos dijo que el campo solo daba trabajo y maleza. El desastre estaba servido. Mientras vivieron aquellos paisanos, el monte se limpiaba. Cuando el campo empezó a ser un parque temático del arado y el carro de bueyes, la tierra de labor se convirtió en matorral, los caminos forestales en bosque, el bosque en jungla y los pueblos en grandes desiertos poblados de gente que riega geranios. Quedamos cuatro ilusos que luchamos por mantener las tradiciones de una manera romántica y utópica a sabiendas de que los que tenían algo que decir, los paisanos rurales, se fueron sin que nadie les preguntase cómo se planta una berza y cuándo se corta la madera para las herramientas; si en menguante o en creciente. Hoy podemos culpar a los pirómanos, a los políticos o a los bomberos; pero el fuego es el resultado de políticas agrarias equivocadas y de leyes hechas desde despachos de megaciudades sin que el paisano tuviera ni idea de que hablaban de él, sin contar con él. ¿El desarrollo rural era esto?  Arde Asturias y además de apagar era bueno prevenir.

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