El reto más difícil
Por Leduina BLANCO GARCÍA
¿Qué he hecho mal. No has hecho nada mal, ocurrió así y así se debe aceptar. Aceptar, es ver que tu propia realidad ha cambiado, es algo así como estrenar ojos nuevos para ver la nueva situación. Tu vida ha cambiado y no tiene vuelta de hoja. A partir de aquí la enfermedad puede ser una tragedia o un momento clave en tu vida… y de nosotros depende decidir el camino que más nos interesa recorrer: el de la autocompasión … o el de la generosidad y el coraje para con uno mismo y con los demás. Que no es fácil ya lo sé. Cuando en la Unidad de Oncología te ponen las cartas sobre la mesa y te dicen… esto es lo que hay… sientes que el cielo y la tierra se te juntan.
Testimonio
“Mantenía una actitud casi arrogante fruto del mucho miedo que sentía. Me mantuve a la defensiva… era mi forma de protegerme, de defenderme contra el dolor que se me anunciaba y como mi hija Irene estaba conmigo no quería mostrarle mi debilidad. Pero sencillamente puedo deciros que estaba hundida y aterrorizada y allí mismo acepté la evidencia. Le pregunté al médico que podía hacer por mi parte. Nada, me contestó. Ahora nosotros somos los únicos que podemos hacer algo por tí, déjalo en nuestras manos….
Desde aquí quiero contestarle que se equivocó, a los médicos les corresponde aplicar los tratamientos que consideren más oportunos pero nosotros somos los únicos dueños de nuestras esperanzas.
Cuando llega el momento en que te encuentras frente a frente con tu enfermedad, debes de plantarle cara, y desde lo más profundo de tus entrañas sacar fuerzas para mirarla con desafío, como un nuevo reto que te plantea la vida, el reto más difícil que te va a tocar defender: el de tu propia salud.
Por utilizar, he utilizado hasta la forma de vestirme para convencerme de que soy una auténtica luchadora, ropa de colores, pañuelos de tonos alegres para cubrir la cabeza…y sobretodo, convencernos de que no somos los únicos ni los primeros. Muchas personas han recorrido antes ese camino, unas lograron el éxito, otras nos entregaron todo lo que tenían, su antorcha de esperanza para que la levantemos en su nombre, porque nosotros sabemos que nuestro sufrimiento es cada día más esperanzador gracias a todos los que nos precedieron en el camino.
Cada día estamos más cerca del éxito y siempre habrá un motivo lo suficientemente fuerte que nos obligue a luchar y en el peor de los casos, tendremos que apelar a nuestra propia dignidad como única y poderosa razón. No importa si los amigos te abandonan a lo largo del camino, tened en cuenta que es muy largo, duro penoso y sobre todo, aburrido. Seguramente antes te invitaban para las juergas porque dabas animación al grupo, pero ahora es diferente, ya no tienes ganas de reír ni de bromear, eres otra persona y en el discurrir del día a día la vida hizo un paréntesis, es como si un terremoto desolador hubiera arrasado todos nuestros proyectos de vida y ves tus sueños reducidos a nada de la noche a la mañana. Ése quizá sea el momento de mayor soledad, cuando ves que para todos la vida sigue como antes y que a ti las circunstancias te han apeado del tren de la normalidad. Has sido trasplantada a un mundo nuevo en el que ni te reconoces, ni sabes por dónde empezar. Más aún, ni siquiera tienes ganas de empezar, y te das cuenta que nadie, nadie, puede hacer nada por ti, excepto tu misma. Es en ese momento en el que debes de descubrir la persona que llevas dentro, porque la realidad es que a pesar de todo, la vida sigue y debe de seguir con normalidad. Descúbrete como una persona nueva, llena de valores, dispuesta a ayudarte no solo a ti misma sino a ayudar a que los demás no sufran ni una pizca más de lo justamente necesario. Añadir sufrimientos inútiles a la vida es inhumano, absurdo e indigno. Tampoco se trata de hacer de la enfermedad un canto, pero hay que negarse a verla como una tragedia ya que se puede aprender de ella otras cosas, cuando te despiertas por la mañana piensas que estas viva y que tienes otro día más para disfrutar, para hablar con la gente, para sentir abrazos, para darlos con toda la fuerza de tu alma.
Has frenado tu vida y has aprendido a disfrutar de las cosas pequeñas. Una conversación agradable, un café, un día de lluvia o de sol, un día de campo, un chiste, la risa… Ha desaparecido de ti la pereza, nunca dices “no” por si un rato después o al día siguiente ya no pudieras hacerlo aunque quisieras. Es importante escuchar el silencio… Puedes dar impresión de loca pero la verdad es que es necesario disfrutar al máximo de todos y cada uno de los momentos que la vida te ha brindado de nuevo. “Vivo la vida en toda su intensidad como si el mañana no existiera, y al día siguiente vuelvo a sentirme vivo y empiezo de nuevo…”