Viejos mercados
Por José de ARANGO
[Por las riberas del Aranguín]
Se acercan las fiestas navideñas en las que se dispara el consumo de comestibles y bebestibles de la más variada índole situación que contrasta considerablemente con lo que se vivía en nuestros pueblos no hace aún muchos años.
Los mercados semanales de Grado, Salas y Pravia de los días antes de la Nochebuena eran los mejores de todo el año con una gran oferta de pelo y pluma –conejos y gallináceas- tal que así las piteras de Grado se asomaban en el gran jueves de mercado praviano por la ventanilla de “La Caralla” de Mallecina ya a las seis de la mañana y te preguntaban: “¿Traes pelo o pluma, morenín?”. Y tanto en Pravia como en Grado y Salas estaba en vigor aquello de “Faba, fabina, ya te lleva La Tarina”. Esta última era la tratanta /compradora más famosa de la época.
A la hora de hacer una comparación de aquellos tiempos ya de finales del pasado siglo con los mercados de la actualidad nos encontramos, así de entrada, en que la oferta navideña que llega de los pueblos es ya puramente testimonial. Las aldeas ya no tienen caserías clásicas sino geriátricos familiares en los que se cultiva en todo caso el pequeño huerto y se cuidan unas gallinas para el consumo casero. Además ahí está la legislación vigente en las que el ideólogo/político de turno en el ministerio de la cosa no se le ocurrió idea más feliz que el calificar oficialmente como granja avícola a toda explotación que tenga más de siete gallinas.
La realidad actual es que ahora lo que llega a los mercados navideños dentro de unos días es el pelo o la pluma sobrantes en casa mientras que lo bueno, lo más gordo y lustroso, se queda para el consumo familiar. En aquellos tiempos de después de la fame posteriores a la guerra incivil, lo bueno se llevaba el domingo a Grado, el martes a Salas o el jueves a Pravia, todo ello en el mercado inmediatamente anterior a la Nochebuena, porque siempre lo bueno cotizaba al alza. Las piteras de Grado llevaban a rajatabla eso de que el algodón no engaña. Y donde hubiese un buen pollo criado con maíz y haciendo muslo por la huerta, ellas lo pagaban a precio de angula de La Arena. A veces conviene recordar el pasado para que las nuevas generaciones se den cuenta de que actualmente estamos algo refalfiaos que quiere decir, obviamente, algo sobrados.