Armando Grande, el cronista que Muros no tuvo
Por Rafa BALBUENA
Si es verdad que los bilbaínos nacen donde quieren, otro tanto cabe decir de los murenses. Y para muestra, bien vale poner de ejemplo a Armando Grande Roca. Nacido en Nueva York, criado en Madrid, residente en Oviedo y con mucho mundo recorrido en la maleta, lo cierto es que en sus 93 años de vida siempre tuvo a gala ser de Muros, llevándolo en el corazón y en el pensamiento, independientemente de hallarse o no en tierras del concejo. A casi cuatro años de su fallecimiento, su figura sigue siendo añorada, tanto por su saber estar (elegante, bondadoso, generoso) como por su saber hacer. Y es que la suya era una de esas personalidades que cuadran por derecho en la categoría de erudito local, pero sobre todo en la de científico humanista. Una cualidad que ahora, por desgracia, escasea cuando es más necesario que nunca.
Ingeniero de carrera y de profesión, erudito en Letras por afición, dedicó su larga vida a la ingeniería de caminos, labor que desempeñó en la Asturias de posguerra hasta bien entrada la década de los 80. Hijo de un español migrado a Nueva York y de una heredera cubana, sus raíces familiares estaban bien asentadas en Muros. Su conocimiento de la historia del concejo y sus gentes era enciclopédico, y a cultivarlo y difundirlo dedicó buena parte del poco tiempo libre que su trabajo le dejaba. Buen conocedor de la geografía asturiana, se recorrió entero el occidente de la región cuando las infraestructuras de la zona eran poco menos que inexistentes. Que hoy se pueda circular en coche por la comarca de Los Oscos, Ibias, Illano, Tineo o Cangas del Narcea se debe en buena parte a su labor, desarrollada en unas circunstancias de precariedad que hoy parecen propias de tiempos remotos y que él narraba con gracia y humor (sobre todo riéndose de sí mismo). Y es que si para amar algo lo primero que hace falta es conocerlo, pocas dudas caben de que a Asturias, sus gentes y sus costumbres, las que se ven y viven a pie de camino, las conocía bien. Y en la comarca, no ocultaba su orgullo por haber dirigido la obra de la carretera entre El Aguilar y Cudillero, abierta en 1970.
Pero si por algo cabe recordar hoy a Armando Grande Roca es por haber sido, en la medida de lo que le dejaron serlo, el cronista que Muros no tuvo. Al concejo dedicó dos tomos completos, “Muros de Nalón: El libro del concejo” (Azucel, 2003) y “Concejo de Muros. Su historia. Período de 1936 a 1975” (Gofer, 2009). Dos volúmenes cargados de datos, erudición, rigor, anécdotas, alguna que otra colleja a personajes del pasado y cariño a raudales. Como un Macondo a la vera del Cantábrico, toda clase de gentes, historias, hechos y personajes entran y salen de esas páginas, en un microcosmos tan local como universal. Todo envuelto en una prosa algo antigua, tan pronto ingenua como mordaz, que dejaba ver con transparencia el carácter del autor: un señor de los de antes que sabía vivir en los tiempos de ahora.
No fueron estos libros sus únicas publicaciones. El resto de su producción escrita es ingente, pese a estar desperdigada en pequeños artículos de prensa y cartas al director de distintas cabeceras. Aunque quizá la más bella muestra de esta labor la recojan las páginas de “La Ilustración Asturiana”, revista que entre 2002 y 2013 editó junto al periodista Xuan Cándano, retomando el nombre y el espíritu de otra que, un siglo atrás, fue la primera publicación periódica que tuvo Muros de Nalón. Historia, costumbres, actualidad, humor, obituarios, prosa, ciencia y toda clase de contenidos se daban cita en esta sencilla y cuidada revista, que reflejaban bien el carácter de su factótum: abierto, tolerante y riguroso. La prueba de ello es que en sus casi 40 números jamás puso obstáculo ni veto a nada ni a nadie por cuestiones ideológicas ni por opinar en sentido opuesto al suyo. Y ello sin dejar de manifestar y defender con firmeza sus creencias políticas y vitales, claramente conservadoras pero muy consciente de que el respeto a las personas va por delante de las ideas. Un rasgo definitorio para alguien que sabía de conflictos duros, pues combatió en Teruel en el invierno de 1938.
La mayor injusticia, no obstante, está en que pese a haber sido propuesto varias veces como cronista oficial del concejo, las autoridades locales ni siquiera respondieron a las solicitudes que, en este sentido, postularon colectivos como AVAM (Asociación de Vecinos y Amigos de Muros) o el grupo político Cambio Siglo XXI. Don Armando nunca se pronunció al respecto, el prefería trabajar la materia de estudio y por ello, hasta casi el final de sus días, no era raro verle por el archivo municipal, revisando antiguos legajos y tomando nota de ellos. Un homenaje en la Casa de Cultura, promovido en 2008 por AVAM, fue quizás el más sentido y cariñoso reconocimiento que pudo hacérsele, y que él agradeció en compañía de quienes bien le apreciaban y querían. En 2010 falleció Carmina, su esposa, y sus últimos años los llenó el cariño de la familia, con su nieta como mayor tesoro. Finalmente, el 2 de abril de 2014 la memoria de Muros se apagó con el fallecimiento de un hombre sabio, de un hombre bueno.
Quizá sea hora ya de homenajear de modo oficial a Armando Roca Grande, a quien no se le hizo el debido honor en vida y cuya obra bien merece ser recordada con el mismo afecto que él demostró por la villa.
Estupendo artículo, muy bien documentado y que hace justicia al personaje. Junto al homenaje al que hace alusión el autor, sería de justicia que alguien escribiera un libro sobre D. Armando Grande para acercarnos su figura a quienes no tuvimos la suerte de conocerle en persona. Mi más sincera enhorabuena a Rafael Balbuena por el artículo.