Esto es un sindiós
Desde que comenzó ¿el verano? hemos tenido contados días de sol y las nubes se han seguido enseñoreando del territorio. Ya he perdido la cuenta, pero me da la impresión de que lleva años lloviendo. Soy consciente de que esto es Asturias y de que el periodo estival es fresco y a veces húmedo pero también caluroso y seco, lo que permite que las fabas tiren para arriba y que la hierba se seque para segarla como Dios manda. Pero esta siendo un ¿verano? muy diferente. Hemos ganado algo de temperatura, pero se hace difícil ver algún rayo de sol asomando por algún rinconcito del cielo. Nieblas matinales, nubarrones y, agua, mucha agua. Que llueva en verano es frecuente en Asturias, incluso en verano, pero que lo haga tan intensamente, de forma que cada vez que hay tormenta se argaya media Asturias y se inunda el resto, empieza a ser preocupante, a la par que incómodo. La gota fría se ha desplazado y no hay manera ni de ir a la playa… ni a la hierba. Este verano la actividad principal, como esto siga así, va a ser achicar (y si no que se lo digan a los comerciantes de la calle Uría).
¡Para que luego Trump y sus rebaños nos vengan con sus interesadas dudas sobre el cambio climático!
Los viejos saben que los monzones no son de por aquí. No recuerdan chaparrones como los de ahora, ni pelotas de granizo como las lanzadas desde la altura sobre nuestras cabezas y cultivos. “Esto no ye normal”, se oye decir en cualquier tertulia de chigre.
Mis geranios no acaban de espabilar, se pudren con tanta agua. No gano para alpargatas de esparto porque se hinchan constantemente con el suelo encharcado. La ropa no me seca y, a las 8 de la tarde, tengo que prender la luz ante la penumbra que causan los nubarrones, como si estuviéramos en otoño. Los rayos y los truenos se oyen día sí y día también y el chubasquero y el paraguas están siempre a mi vera.
Salgo de casa sorteando caracoles y babosas, los nuevos señores de Asturias, y aunque todas las mañanas subo la persiana en busca del añorado sol, todas las mañanas me llevo la misma decepción. Dan ganas de emular al picoleto de José Luis Cuerda y gritar ¡esto es un sindiós!