Bares de pueblo
Por José de ARANGO
[Por las riberas del Aranguín]
Desde su nacimiento en las estribaciones del Pico Aguión, en tierras pertenecientes al concejo de Salas, hasta su desembocadura en el Nalón al pie de la villa de Pravia, tiene el río Aranguín varios bares de pueblo a los que habría que darles por parte de las autoridades municipales, autonómicas y nacionales un trato especial en todos los órdenes pero principalmente en el aspecto fiscal. Es decir, tendrían que estar exentos de cualquier impuesto dada la labor social que desarrollan siendo, en algunos casos, hasta los escenarios únicos que existen para que los vecinos puedan reunirse y tratar asuntos vitales para la localidad donde están enclavados.
Desde las brañas de Malleza hacia abajo el primer bar de pueblo que encontramos es Casa Claudio de La Barraca establecimiento al que me he tomado la libertad hace ya años de titularle como El Corte Inglés del Alto Aranguín, -tiene de todo- dado que en él podemos encontrar desde unas madreñas hasta una jaula para las gallinas, almacén de piensos, lugar de tertulias al caer la tarde y de partidas de brisca de seis los viernes por la noche. Claudio tiene hasta molino maquilero. Y buzón para el correo.
Cerrado el bar de La Tienda, en la parroquia de Cordovero, hace varias décadas al igual que el bar de La Calzada, la siguiente parada hemos de hacerla en La Peñuca de Vegafriosa. Aquí hay partida de tute a diario, dejan los panaderos el pan del vecindario y en unas pequeñas estanterías hay desde chocolate hasta aspirinas. Y si hablamos de cocina, Sonia no da comidas pero nadie que llegue con apetito se marcha de vacio porque tiene siempre a mano el adobo que fríe con una fórmula que solo ella conoce pero aquí el adobo huele hasta la orilla del río y sabe como el de las antiguas matanzas con gochos –con perdón- alimentados con productos naturales. Adobo único. Es este un bar familiar, muy encontradizo, con las paredes convertidas en fuentes de información donde podemos leer desde la esquela de un vecino a quien todos conocíamos hasta el programa de las fiestas de un pueblo lejano porque ahora, con un par de coches debajo de cada hórreo, ya no hay distancias en el mundo rural. El bar de La Peñuca tiene, además, una fecha fija en su calendario, la del Jueves Santo, para reunir a más de un centenar de jugadores de brisca de Pravia y otros seis o siete concejos. Y esto, desde hace cerca de cuarenta años. Pero aún le queda tiempo y espacio a la familia de Sonia para ser grandes cultivadores –y por tanto vendedores- de las mejores fabas del Valle y para mantener viva la centenaria fiesta local de Vegafriosa en honor del Santo Ángel.
Seguimos el río en sentido descendente para llegar al bar que hasta hace unos años se llamó Casa Casimiro, un buen restaurante de la mano de Valentina, cocinera, y ahora retitulado como “La Ruta”. Su actual responsable, Begoña, es natural de Vegafriosa y está trabajando duro para que este emblemático bar de Caunedo de Puentevega –de la parroquia de Arango- recupere el esplendor de antaño. Tiene sala de fiestas y fue mediado el siglo pasado el escenario habitual de “El Bandín Astur”. El día especial de “La Ruta” es el diez de setiembre ya que hace un gran despliegue porque se celebra La Ponte, feria histórica y declarada el pasado año como de Interés Turístico Regional.
Y nos queda, en la misma parroquia de San Martín de Arango, el bar Quintana, propiedad de Marta, jubilada no hace mucho tiempo y una de las mejores guisanderas –cocina casera- de todo este contorno. Ahora tiene gestores nuevos. Los dos bares de Puentevega y Quintana no tienen tienda mixta pero sí tertulia al caer la tarde que son fuentes informativas locales. Y ya a cuatro pasos de la desembocadura del Aranguín está “Las Brisas Pravianas”, un restaurante también emblemático de cuyas virtudes y esencias escribiremos otro día porque merece la pena.