Reivindicando la Navidad
Por María José ÁLVAREZ BRAÑA
Navidad a punto y ya escucho, como siempre, opiniones dispares. Por un lado los felices de reunirse con familia, pensando en regalos, decoraciones y menús. Del otro, detractores alegando tristeza, gasto, o el pavor a compartir cena con suegros y cuñados. Y en verdad para algunos estas fiestas son una tortura, pues las estadísticas muestran que en enero se incrementa el número de divorcios y en Nochebuena se producen las mayores intervenciones policiales por conflictos familiares.
Claro que la Navidad, según “crecemos”, pierde magia y todos tenemos ausencias irremplazables. También hay años muy duros donde nada cabe festejar. Y desgraciadamente, personas abandonadas por los suyos y muchos enfermos quedan sin opción al mínimo disfrute. Así que, desde un planteamiento simplista, mientras tengamos la suerte (la suerte cambia en segundos) de vivir sin graves percances, poco esfuerzo debería suponer intentar alegrar a quienes nos rodean y transmitir entusiasmo a los que vienen detrás. ¡Recuperemos la ilusión!
En Navidad me adhiero a quienes la celebran poniéndole ganas, conscientes del privilegio de pasarla en paz y buena compañía. Y reivindico todo lo que lleva aparejado. Reivindico a los niños de San Ildefonso, que jamás me dieron una alegría, pero marcaban los inicios de mis Navidades. También los belenes caseros con horribles ríos de papel de plata, o Niños Jesús mayores que la mula porque se rompió la figurita. Y el anuncio de El Almendro, igual algo empalagoso, pero que representa a muchos. Reivindico las luminarias callejeras con colorines, los árboles saturados de adornos (aunque no sea cool) y los villancicos de siempre incluido El Tamborilero. Hasta las colas para compras de última hora reivindico. Y los polvorones, turrones y demás bombas calóricas aunque ninguno me enloquezca. Y a los vecinos que disfrazados de Papa Noel llaman a la puerta para engañar a los niños, o esos padres que esconden los juguetes temiendo ser pillados in fraganti. También defiendo los Christmas cursis y vídeos sensibleros, y los encuentros anuales con amigos. Y me reivindicaré a mí misma desde la cocina el 24, jurando que al próximo año compraré todo hecho, pero después me sentaré contenta a cenar, brindando por los presentes y por quienes se fueron pero continúan siempre con nosotros. ¡Ojalá sea para todos una feliz Navidad!