Los reyes del cachopo
Por Manolo JIMÉNEZ
Entre mi padre y quien escribe existen más cosas que nos separan de las que nos unen. A pesar de ello, y aunque él no lo sepa, siempre he admirado su sentido de la responsabilidad, su dedicación y amor al trabajo. Hasta que recientemente sufrió una grave enfermedad y tuvo que ser intervenido, no faltó nunca a sus obligaciones, ni siquiera para descansar (jamás disfrutó de periodo vacacional). Su último y único viaje se remonta a la década de los 70 cuando junto a mi madre ambos disfrutaron de su luna de miel a lo largo de la Costa del Sol. Siempre profesó una verdadera devoción por aquel pequeño taller, hasta que ese sacrificio hizo mella y ya no pudo abrir su portón cada mañana. Frente a esa vocación vital ha surgido otra forma de entender los negocios. De esta manera algunos han dejado de moler el grano todos los días y en su lugar, como diría María Teresa Campos, se dedican a lamerlo. Es la cultura del ascenso rápido que encontró en el auge económico de finales de siglo pasado y principio del presente un inmejorable caldo de cultivo. Me refiero a los ‘reyes’ del pufo, de la chapuza. Ambiciosos sin escrúpulos y hambrientos de prestigio y reconocimiento social que anteponen sus objetivos a todo. Son… los ‘reyes del cachopo’, por otro lado nombre que aglutinó hasta hace poco una cadena de restaurantes en Madrid con el tradicional filete de carne por bandera y detrás del cual se escondía César Román. Más allá del siniestro asesinato sobre el que se ha declarado secreto de sumario y que nada tiene que ver con el análisis que nos ocupa, figura de desgraciada actualidad que reúne en su perfil las características ya descritas: grandes deudas por impagos, ingente esfuerzo por obtener premios de la crítica que al final resultaron en su mayoría falsos (utilizaba botes de fabada en su cadena asturiana de restauración) y poco o nulo bagaje profesional a sus espaldas. Atajos repudiables como los del administrador único de TeslaCard quien se ha dado a conocer por firmar un contrato de patrocinio de más de 450.000 euros con el Sporting de Gijón tras acumular sus empresas una deuda con la Agencia Tributaria de 15 millones de euros. Hay más ejemplos.
El millón de impagos del carbón
Medio centenar de empresas asturianas acumulan en total una deuda con Hacienda de 1 millón de euros, según informó el pasado mes de junio la Agencia Tributaria. Entre estos grandes deudores hay cuatro dedicadas a la minería: Compañía Minera Astur Leonesa (8,14 millones), Coto Minero Jove (4,22 millones), Coto Minero Cantábrico (3,14 millones) y Comercial Minera. (3,8 millones) Figuras empresariales como las de Vitorino Alonso y Rodolfo Cachero conocidas seguramente por los lectores del suroccidente asturiano. El primero por recibir 1.700 millones de euros en ayudas públicas a pesar de haber sido condenado por fraude, apropiación indebida y más recientemente por convertir, a pesar de las advertencias de la administración, una joya del Neolítico en un abrevadero de cabras, lo que tras ratificación del Constitucional le llevará a la cárcel. El segundo, por confrontar a trabajadores mineros con el Gobierno regional para recibir ayudas y por no detenerse ante un control policial cuya unidad le buscaba por evasión de impuestos, hechos por los que ingresó en prisión el pasado septiembre.
Existe un rosario de firmas implicadas actualmente en procesos penales o administrativos en Asturias (Caso Hulla, Caso Marea, Musel, Caso Pokemon…) en los que existe un común denominador: las ansias de enriquecimiento ilícito. A sus responsables podíamos hallarlos todos los días, antes del inicio de la crisis, almorzando en los mejores restaurantes de Oviedo y Gijón… y no precisamente un cachopo.