Buddy Holly y el encantador de serpientes
Por Fredo ELDORADO
A finales de 1955 la discográfica Decca buscaba con desesperación un artista para rivalizar con Elvis Presley, que solamente un año antes había puesto patas arriba la industria musical americana desde un modesto sello discográfico de Memphis.
El cazatalentos Eddie Crandall sería el elegido para camelarse a una joven promesa de Lubbock, Texas, que tocaba ocasionalmente por la zona.
Lo sedujo a base de entrar en su círculo y regalarle los oídos con el “tú vales mucho” y otras maravillas semejantes.
Lo animó a grabar una demo y poco más tarde firmaron un contrato que lo ató durante un par de años sin libertad para decidir sobre su música. Una vez exprimido su talento y cumplida su función Eddie Crandall se deshizo de Buddy.
Así, a primeros de 1957, Decca le comunicó la intención de rescindir su contrato.
Buddy Holly, a pesar de la juventud de sus veintidós años, había tenido contacto por primera vez con lo que bautizó como “el encantador de serpientes”
El encantador de serpientes a tiempo completo y agente doble a tiempo parcial es una especie que no por ser muy común es fácil de localizar a tiempo. Ese yerno ideal, ese cuñado estupendo, ese amigo simpático y agradable realiza un trabajo impoluto solo para su interés.
Y eso tú no lo sabes porque en tu inocencia ciega crees a pie juntillas que sus virtudes se deben a que tienes una capacidad innata para atraer a gente buena a tu órbita.
A él poco le importa porque es como el café de un área de servicio, que es malo a dolor pero les da igual porque por allí pasarás una vez en la vida. O como el cometa que cruza tu firmamento con una luz brillante y cegadora durante un corto pero intenso espacio de tiempo y que al final solo deja una cola de desechos.
A veces se convierte en un agente doble que trabaja para ti en tu presencia pero hace horas extras con tu información.
Eso es atroz porque tú no lo sabes y tu ingenuidad te alza dos edificios por encima del más alto de la ciudad para que la caída sea espantosa. Cuando te enteras ya estás abajo.
P.D. Cuando leas estas líneas se cumplirán sesenta años del fatal accidente de aviación que costó la vida, entre otros, a Buddy Holly.
Debes saber que no dejó sus piños en una ladera helada de Iowa para que tú, inútil pringadillo, piques ante las artimañas de esa especie invasora o escuches electrolatino
Y si así fuera, despierta, corta la hemorragia y camina porque el andar con la cabeza alta solo tiene el inconveniente de pisar de vez en cuando la mierda que no ves.
Bien barato te sale.