El gran piropo
María José ÁLVAREZ BRAÑA
Llevamos semanas de exacerbado auge feminista y algunos colectivos, lejos de reivindicaciones coherentes, censuran cualquier interacción hombre-mujer. A un lado dejaremos posibles intereses espurios de estos grupos.
El asunto, sacado de quicio, alcanza hasta al tradicional piropo (decir tradicional dispara alarmas) que debe abolirse por perverso y denigrante. Será políticamente incorrecto, pero no lo comparto. La mayoría de los piropos, dichos con respeto y en contexto apropiado, pueden tener gracia y pretenden el halago. Y digan lo que digan, a nadie le amarga un dulce.
Como todas, algún piropo he recibido. Pero mi súper-piropo llegó del hombre más incapaz de tener gracia o salero. Un tipo rudo, parco en palabras, que rechaza cualquier elogio hacia su persona (siendo merecedor de muchos) y es incapaz de adular a nadie. Forjada con los años presumo de su amistad aunque, llamémosle José, es un solitario nato. Ocupa uno de los puestos de mayor responsabilidad en una estación de esquí. Ninguna pista se abre sin su autorización. De pequeñín fue pastor y sólo tuvo estudios elementales, pero ser un erudito en nieve y montañas le proporcionó el puesto. Siempre solo, una mano en el bolsillo del pantalón, sin bastones y un pitillo en los labios, desciende vertiginosamente las pistas revisándolas. Sobre la nieve es un Dios que todos veneran.
El piropo llegó cuando imprudentemente, con mal tiempo, subí a una pista muy complicada que estaba cubierta de hielo. Además, una niebla muy densa impedía la visibilidad, y me entró miedo. Miedo que en la nieve puede paralizarte. Milagrosamente, apareció José y me echó la bronca solo con mirarme. Al pedirle que me ayudase, se limitó a quitarme los bastones cual a torpe principiante y advirtió severo: “Pegada a mí, por mi huella y sin parar hasta abajo, que esto está muy feo, ¿estamos?” Y me guio, a toda velocidad, sin pisar un milímetro de hielo. Hasta disfruté.
Al marcharse me miró fijamente y exclamó: “Nunca lo repetiré, pero has bajado como una chota. Así se esquía” ¡Chota! ¡Ese fue el piropo! ¡Ay, si le oyen las superfeministas¡ ¡Claro que… esquiar como una cabra pequeñita tiene su mérito! Enrojecí por el halago, y lo conté emocionada a mis amigos, que reconocieron envidiarme. Viniendo de quien venía… ¡eso era un piropo y lo demás tontadas!