La angula, nuestro delicioso ‘oro blanco’
Por María JESÚS ÁLVAREZ
Consejera de Desarrollo Rural y Recursos Naturales
Soy de la opinión de que escribir un pregón no es fácil. Una opinión que corrobora la experiencia de una reducida, pero esforzada, trayectoria como pregonera. Por eso, cuando el alcalde de Soto del Barco me propuso que me hiciera cargo del pregón del XXXIII Festival de la Angula, estuve a punto de decirle que imposible.
En realidad, empecé argumentando -posiblemente con poco convencimiento- que el plazo temporal era reducido, que mi agenda estaba ya demasiado llena y que, en definitiva, era mucho mejor que el encargo de escribir el pregón de la angula tuviera otro destinatario.
Al final, es decir, aproximadamente tres minutos después de iniciar la conversación, entre la capacidad de persuasión de Jaime, y que no sé decirle que no a un alcalde, especialmente si, además, es un amigo, acabé aceptando.
Confieso que también influyeron en mi decisión los vínculos que me unen a Soto del Barco. Lazos de afecto y de vecindad porque siendo, como soy, de Pravia, este concejo y también su capital angulera forman parte de mi entorno vital.
Soy asidua a la playa de los Quebrantos, desde mi punto de vista uno de los mejores y más desconocidos arenales de Asturias, y las fiestas de San Juan siguen siendo mis favoritas, dicho sea con permiso de aquellos que seáis más partidarios de las de San Pedro, aquí en la capital del concejo, o de las de Ranón, que siempre fueron de las más populares de la comarca.
Fugazmente, en el transcurso de mi breve conversación con el alcalde, recordé cuando mi pandilla aún estaba formada por unas cuantas adolescentes de colegio, entre los años setenta y ochenta del pasado siglo, y participábamos del ambiente discotequero del Lady Pepa, y me acordé de muchos de mis mejores compañeros del instituto que eran, y son de L´Arena, de Riberas, de Caseras y de Ponte, de La Corrada y de La Ferrería.
Y también esas experiencias que dejan una marca indeleble, como el delicado y sutil sabor de la angula que probé por primera vez en El Castillo, el inconfundible olor de las sardinas asadas del Gurugú que, en mi recuerdo, se asocia a tantas tardes de domingo con mis padres y hermanos, o el del salitre en el entorno de la rula que siempre me devuelve a la tranquilidad y al sol tibio de muchos sábados invernales con mis hijos, pequeños aún, disfrutando de este paraíso que es el Bajo Nalón.
Vivir aquí es un lujo. Esta es mi comarca: un hermoso territorio, una encrucijada de caminos, un espacio singular, con una acusada personalidad.
Quiero decir con esto que acepté ser pregonera por el cariño que tengo a esta tierra, a su mar y a sus gentes. Pienso que también tuvo que ver la protagonista del certamen, la angula, porque hacer el pregón me da la oportunidad de hablar del alevín de la anguila, de esta pesquería que sigue realizándose de la misma manera desde hace siglos, y del duro oficio de pescador.
Esta es la historia de un viaje fantástico que empieza varios miles de millas al oeste, en el mar de los Sargazos, atraviesa el Atlántico y acaba, o debería acabar, en las cabeceras de los más importantes ríos de Europa. La aventura de una cría de pez, un diminuto animal de apenas seis centímetros de longitud y unos pocos gramos de peso, en el camino de regreso a sus orígenes.
Es el relato de la pericia de los pescadores; de “oscuradas” y noches de luna llena; de frío intenso y húmedo; de tiempos pasados, aunque no remotos, en que la ría devolvía a los ribereños los cedazos rebosantes de angulas; de su posterior declive poblacional; del compromiso con una pesca sostenible y de subastas en la rula que alcanzan cifras de récord.
La narración que explica cómo se transforma, entre fogones y gracias a la maestría de grandes cocineras y cocineros, esta verdadera joya de nuestra gastronomía en una completa experiencia sensorial que da satisfacción a (casi) todos nuestros sentidos y de forma especial al paladar. Y cómo, desde hace ya más de tres décadas, la angula es protagonista de un proyecto de dinamización económica y territorial aquí, en L´Arena, en el externo más septentrional del Bajo Nalón, donde el río se hace mar y la mar transfiere su fuerza y personalidad al paisaje y al paisanaje.
Desde que España se incorporó a la Unión Europea, la pesca profesional está sujeta a regulación que, en la mayor parte de las ocasiones, es limitación. La mar, un espacio paradigma de libertad y de ausencia de fronteras, se ha ido llenando de líneas invisibles pero infranqueables que delimitan las aguas interiores, el mar territorial, las aguas comunitarias o la zona económica exclusiva, entre otras.
Y hemos pasado desde la época de la “flota de los 300”, antes de nuestra integración en Europa, cuando lo que escaseaban eran las licencias de pesca –y se traficaba con ellas–, a la actualidad, cuando lo que escasea y con lo que se trafica es con la cuota de alguna de nuestras especies objetivo, como bien sabéis los pescadores y sus familias.
Si esto es así con carácter general, para todo el litoral español y todas las pesquerías, esa sensación de sobrerregulación, de exceso de normativas y limitaciones, se acentúa en las flotas artesanales de corta distancia, como la asturiana, por cuanto trabajan cómo y donde lo han hecho siempre, sobre los mismos fondos y especies, con los mismos artes y aparejos, con conocimientos transmitidos de generación en generación, en las que no se ve la necesidad de organización de la pesquería desde un despacho de Oviedo, Madrid o, peor aún, de Bruselas.
Es en este contexto es en el que hay que hablar de la angula, la especie protagonista de estas jornadas. Una pesquería de dificilísima gestión, derivada de un ciclo biológico muy complicado, muy largo en el tiempo y en el espacio, y cuyo inicio –si consideramos como tal la llegada de la angula a nuestros ríos– depende de un milagro, de que las corrientes marinas arrastren hasta nuestras costas las larvas que viajan, pasivamente, desde el Mar de los Sargazos, donde han nacido.
En mis dos legislaturas como consejera competente en materia de Pesca Marítima me ha correspondido dictar multitud de resoluciones y ordenar actividades de pesca en aguas interiores, de marisqueo de muchas especies –algunas, como la ortiguilla, que no habíamos extraído nunca–, o la recolección de algas, tanto en la costa como en el submareal. Pues bien, creedme si os digo que ninguna especie, ninguna pesquería, ha dado lugar a tanta normativa, a tantas preocupaciones por su evolución, a tantos esfuerzos de control y vigilancia frente al furtivismo, a tanta defensa de su carácter artesanal frente a las pretensiones de su cierre, a tantas ayudas ni a tantos proyectos de investigación.
Creedme si os digo que, por todo ello y por ser hija de esta zona, me siento especialmente orgullosa de la gestión de la angula y de estar hoy aquí en la presentación de estas jornadas. Porque estuvimos muy cerca, ya hace años, de no poder celebrar la exaltación de la angula –como, por otra parte, ocurre en muchas zonas de España en las que se pescaba hasta hace poco– y tuvimos, para ello, que convencer con nuestros argumentos a la Comisión de Pesca del Parlamento Europeo, que sin tener en cuenta a las doscientas familias que dependen de ella consideraba, únicamente, que estábamos ante una pesca de inmaduros.
Para nosotros, lo fácil en este asunto, como en tantos otros, en materia de gestión, era prohibir esta pesquería cediendo a las presiones como, insisto, ha ocurrido en muchas comunidades autónomas, y, aguantando el tirón de las protestas del sector pesquero, decir adiós a una cultura pesquera, industrial y gastronómica fuertemente arraigada en toda Asturias, no sólo en la desembocadura del Nalón.
Lo difícil fue hacer lo que ha hecho el Gobierno del Principado de Asturias: conciliar la explotación de un recurso con su conservación. En Asturias no se pesca la angula por casualidad, mientras se ha dejado de pescar en Galicia o en Andalucía. Se pesca porque un reglamento comunitario de 2007, por el que se establecen medidas para la recuperación de la anguila europea, nos ha permitido elaborar un plan de gestión que, supervisado por Bruselas y el ministerio, garantiza la correcta gestión de la especie.
Lo fácil era decir que la pesquería pone en riesgo la supervivencia de la anguila, porque se trata de una pesquería de inmaduros, ignorando que, en los países del norte de Europa, en los que nunca se ha capturado angula, la evolución de las poblaciones de anguila en los ríos ha sido la misma que en España, lo que ha dado lugar a ese reglamento comunitario que os comentaba.
Lo difícil es dar ejemplo a esos países, poniendo en marcha una serie de estudios que han permitido estimar lo que representa la captura de angula con respecto a la entrada total, estimar los escapes y la población de anguilas en los ríos, analizar todas las posibles causas de esa evolución negativa –contaminación de los ríos, vertidos industriales o urbanos, obstáculos a las migraciones ascendente y descendente en los cauces fluviales, patologías, parásitos…– para tratar de ponerles remedio.
Lo fácil era proponer subvencionar a los pescadores asturianos para que dejasen de capturar angula, sin estimar el dinero que haría falta y de dónde debería salir. Sin embargo, hemos destinado nuestros recursos, del Principado de Asturias, de España y de la Unión Europea, de una forma más productiva, subvencionando paradas temporales que han supuesto más de 500 ayudas en los últimos años, tanto para armadores como para tripulantes, por un importe superior a 1.100.000 euros, manteniendo la actividad y su rentabilidad en colaboración con las cofradías de pescadores corresponsables de los planes de gestión.
Y tampoco fue sencillo justificar que –en base a un ciclo biológico muy complejo, que incluye una migración desde la parte alta de los cauces fluviales por parte de los adultos, hasta el Mar de los Sargazos, el desove, la migración de las larvas durante tres años, atravesando el Atlántico en sentido inverso, y la recolonización de los ríos aguas arriba, todo ello con una duración estimada de 22 a 25 años– no tenía sentido y era injusto, hacer recaer todo el esfuerzo de conservación sobre los pescadores asturianos, sin tener ninguna capacidad de actuación sobre el resto de las fases del ciclo biológico, y, al mismo tiempo, adoptar todas las medidas a nuestro alcance para gestionar adecuadamente esa pesquería, lo que, además del paro biológico, incluyó la puesta en marcha de un plan de ajuste del esfuerzo pesquero que, con una inversión de más de 400.000 euros, nos ha permitido desguazar las embarcaciones que la pesquería no podía soportar.
Comprenderéis, tras todo este esfuerzo en materia de gestión, de administración, de investigación y presupuestario, lo que os comentaba de mi orgullo por mi responsabilidad como consejera en relación con la angula. Hasta el extremo de haber llevado este modelo a otra ría, la de Tinamayor, cuyo plan de gestión agrupa a pescadores asturianos, fundamentalmente de la cofradía de Bustio, y cántabros.
Como resultado de todo lo anterior, disponemos de 92 licencias para pescar angula a pie en la zona libre a las que hay que sumar las del Plan del Nalón – 48 licencias a pie y 36 desde embarcación – y las que permiten que 20 anguleros de Bustio pesquen angula a pie en la margen asturiana del río Deva en límite con Cantabria.
Hablamos de una forma de entender el desarrollo local que se despliega, aprovechando de forma sostenible nuestros mejores recursos. Un modelo de desarrollo integral que da valor al territorio, crea actividad productiva y promueve el emprendimiento y el empleo.
También, por eso, acepté ser pregonera. Porque sabía que presentar este 33 festival de la angula me iba a proporcionar una ocasión excelente para hablar de desarrollo rural y pesquero y es que este certamen gastronómico, uno de los más veteranos de los que en Asturias se organizan entorno a un producto local, es un buen ejemplo de dinamización territorial.
Hablemos, finalmente, de política de desarrollo rural. Y digamos, una vez más, que por encima la crisis, que más allá de las dificultades, hay futuro en el medio rural asturiano. Lo hay, lo habrá, si somos capaces de movilizar todos sus recursos, si olvidamos el derrotismo y, sobre todo, si confiamos en nosotros mismos, en el talento y las capacidades de los hombres y mujeres que viven en nuestros pueblos. Y si, como siempre hemos hecho, enfrentamos los desafíos con decisión.
Finalizo. Lo hago reconociendo el trabajo de todos los que, al organizar estas jornadas -ayuntamiento, junta local de hostelería, restaurantes- hacen posible que este hermoso concejo del Bajo Nalón se convierta, un año más, en la capital de la angula e invitando a todos los asturianos (y, porqué no, también a los ciudadanos de otras comunidades ) a que se acerquen a Soto del Barco, a L´Arena y degusten las especialidades de sus restaurantes, que prueben este delicioso “oro blanco” y disfruten del más bello estuario del norte de España. La angula y el Bajo Nalón, merecen una visita.
Estoy convencida de que, por altas que sean sus expectativas, no les defraudaremos.
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PREGÓN DE LA CONSEJERA DE DESARROLLO RURAL Y RECURSOS NATURALES, MARÍA JESÚS ÁLVAREZ, EN EL XXXIII FESTIVAL GASTRONÓMICO DE LA ANGULA
Soto del Barco, 27 de febrero de 2019.