Ana
Por María José ÁLVAREZ BRAÑA
Jamás hubiera imaginado que hoy cancelaría el texto que estaba preparando y en su lugar escribiría esta despedida. ¡Mucho daría por no redactar estas líneas y que tú no fueras su protagonista! Pero desgraciadamente tienes que serlo, porque no me perdonaría publicar mi columna de este mes sin mencionarte, sin expresar la tristeza por tu marcha, y sin utilizar este medio como mi pequeño y sincero homenaje.
Nosotras, Ana, no éramos íntimas y por tanto no me apropiaré del dolor de esas amigas admirables que han sido un ejemplo de lealtad, apoyándote incondicionalmente desde el inicio de esta horrible pesadilla. Pero me bastará con el afecto que sentía por ti para llorar tu pérdida y recordarte siempre.
Será difícil pasar por la lista del wasap y saber que nada podré enviarte, ni te tendré como aliada en mis debates políticos, ni volveremos a hacer el ganso en el karaoke riendo en la madrugada. Y al llegar el cambio de estación echaré de menos tus fotos con los nuevos modelitos que tanta ilusión te hacía estrenar. Y me faltarán también otras conversaciones más serias, más profundas, que evito mencionar porque justo hoy necesito recordar la parte más alegre y divertida de nuestros encuentros.
Te vas demasiado joven, Ana, sin habernos dado tiempo para asimilar que ibas a dejarnos, y nos preguntamos cómo es posible y porqué. Todos los que te queremos hemos pedido una prórroga y contenido el aliento ante las noticias de tu salud, manteniendo la esperanza de poder volver a abrazarte. Con la pena de ese último abrazo que no pude llegar a darte me habré de quedar.
Mañana tendremos que despedirte, pero permanecerás para siempre en ese rincón del corazón reservado a los que se han marchado, y dónde hay demasiados que se fueron excesivamente pronto. Formas parte ya de ese firmamento en el que, probablemente de una manera infantil y simplista, pero que a mí me aporta cierto consuelo, quiero pensar que están todos a los que quise y me quisieron. Ahora brillas junto a ellos. Y cuando me asome a contemplar el cielo y mire mis estrellas, las mías, veré una nueva que lleva tu nombre.
Hasta siempre, querida mía. Fue un placer coincidir contigo en la vida y ten por seguro que no te olvidaré.
Que palabras tan bonitas ante está rápida y dolorosa marcha….Hoy en el cielo brilla una estrella más,la de su sonrisa
Me encantan tus palabras,cómo siempre.Tuve el honor y el privilegio de ser amiga de ella desde hace muchos años,así como lo fueron nuestras madres y lo son nuestras hijas.Me queda la alegría de ver cuánta gente la apreciaba.Siempre la llevaré en mi corazón y espero poder reencontrarnos algún día .
Desde aquí me gustaría recordar también la médico que atendió a tantos pravianos y que parece falleció en el olvido, Loli.
Parece que sigue habiendo ciudadanos de primera y de segunda y según de que status vengamos tendremos más consideración e incluso recuerdo. No me parece justo y por eso escribo estas líneas. Desde aquí mi pésame a las familias de todas las familias fallecidas en estas fechas.
Espero que este periódico se fije en quienes son sus colaboradores ya que estamos cansadas de ver como siempre se cita a personas de determinado perfil.