No hay que olvidarlo
Por Lucía S. NAVEROS
Para que les fuera más fácil tratarlos como a animales, los ‘animalizaban’: les obligaban a viajar en vagones de ganado, sin lugar donde hacer sus necesidades; les quitaban todas las señas de identidad, como el pelo, y la ropa, y el mismo nombre, y les convertían en números. Les daban zapatos de madera y lona que les herían los pies y les hacían caminar con torpeza; les ponían la comida en platos, pero sin cuchara, para que tuvieran que lamerla como perros, o comprar una cuchara pagándola con parte de su escasa ración. Lo cuenta Primo Levi, un superviviente de los campos de concentración en los que fueron trituradas millones de personas, también diez de nuestros vecinos. No fue hace tanto tiempo, ni lo hicieron personas diferentes a nosotros. No conviene olvidarlo.