35.185 dólares por dos noches de hospital: la experiencia de Paquita Suárez Coalla con la COVID-19 en Nueva York
La hija de la escritora candamina afincada en EE UU padeció la enfermedad en un país sin sanidad pública, y aunque parte de la factura la abonó el seguro médico, su madre alerta de la indefensión ante un sistema «que vulnera mis derechos como ser humano»
Esther Martínez/Candamo
En EEUU desde siempre la sanidad ha sido un negocio y no un derecho. No es obligatorio tener un seguro médico pero sí un seguro de automóvil. Quienes conocen el sistema sanitario del país son conscientes de que nunca saben con qué gastos se pueden encontrar en la factura final. Al llegar a una consulta una enfermera es la que atiende y en función del tipo de enfermedad, de si es urgente, de que sea una clínica u otra, del tipo de seguro médico, las pruebas efectuadas y un montón de variables, el precio de curar una enfermedad es un cheque en blanco para los usuarios. Paquita Suárez Coalla, una candamina de Grullos, residente en Nueva York desde hace 26 años, explica el caso de su hija de 17 años, contagiada de COVID-19 el pasado mes de marzo. “Cuando en Nueva York se empezaba a tomar nota de la pandemia y comenzaban a cerrar escuelas, mi hija Rosalba –que ya llevaba cuatro semanas con un dolor de garganta y una fiebre que iba y venía – tuvo que ser hospitalizada. Le hicieron muchas pruebas, entre ellas la del coronavirus, que dio positivo. Estuvo dos noches en el hospital cuando la cifra de contagiados en la ciudad era de 1.000 personas”. Ya en casa la joven pasó tres semanas y media aislada en una habitación, mientras sus padres y su hermana estuvieron quince días confinados en su apartamento. “Cuando va mejorando la situación familiar llega la factura del hospital, que ascendía a 35.185 dólares por esas dos noches y tres días en el hospital. Mi seguro pagó 23.558 y nosotros debemos de pagar 11.627”. En otras ocasiones ya ocurrieron sorpresas como esta, relata la candamina, “que aunque pudiera, me resisto a pagar porque siento que vulnera mis derechos como ser humano”. Hasta tres veces puede volver a llegar la comunicación de la deuda hasta que viene con amenaza de cárcel incluida, por morosidad”. Al final puede que se solucione abonando 800 o 1.000 euros, “a fin de cuentas, lo de menos es que yo pueda pagar o no esa factura, lo peor es que sigamos callando y que se haya llegado a normalizar esta situación, creyendo que no hay opciones mejores y cuando enfermas, te vendan la cama de un hospital como un hotel de lujo, en el país más rico del mundo, en el que los políticos se llenan la boca tratando de dar lecciones de democracia que nadie les pide, a los países que, según sus estándares, no son democráticos, tengamos que escuchar al gobernador de Nueva York pedir donaciones a las organizaciones filantrópicas para minimizar el impacto del coronavirus en nuestro Estado porque el Gobierno federal no se responsabiliza”, lamenta Suárez Coalla. Afirma que cuando se empezó a tomar conciencia de la crisis, el presidente continuaba afirmando que no pasaba nada “porque teníamos el mejor sistema de salud y los mejores médicos del planeta”. Fueron los gobernadores de los estados los que comenzaron a declarar el estado de alarma y a cerrar centros oficiales mientras los restaurantes seguían abiertos con un máximo de 50 personas a la vez. Algunos comienzan a abrir para llevar comida cocinada y otros incluso ofertan ya la happy hour, mientras en el país no hay ningún protocolo legislado más allá de la “advertencia de los políticos mayormente responsables (entre los que, por supuesto, no se encuentra el actual presidente de los Estados Unidos) de que guardes la distancia física apropiada y lleves puesta una mascarilla”. Los supermercados limitan el número de personas que pueden entrar de una vez, exigen una distancia de seis pies (alrededor de dos metros) y mascarilla. Pero no todos lo hacen, y no existen sanciones ni para eso, ni para los paseantes que inundan las calles y los parques, fiándolo todo a la buena voluntad ciudadana. El descenso de contagios y de muertos en las últimas semanas lo atribuye el gobernador a la responsabilidad de los neoyorkinos, y a los esfuerzos de cuantos han tenido que trabajar en los espacios de riesgo, y de las autoridades, él mismo incluido, que han tenido que gestionar una situación de esta envergadura en el marco de un sistema de salud deteriorado. Este país lleva mucho tiempo en crisis comenta Paquita, “durante las últimas semanas, son más las voces que se unen a ese coro siempre cobarde que exige un sistema sanitario universal y una mayor inversión en lo público. Las universidades privadas ya están empezando a temblar ante lo que llega. El único político que defendía de manera abierta una educación superior y una sanidad gratuitas, Bernie Sanders, y que se declaraba sin miedo, socialista, en un país en el que esta palabra le saca ronchas a la gente sin que sepa exactamente por qué, ya ha perdido las primarias”. El próximo noviembre hay elecciones en EEUU y parece que hay encuestas que ya ponen en entredicho la gestión de Trump. “Hace poco más de una semana, que al menos unas 100 personas se acabaron intoxicando después de ingerir un desinfectante, porque el presidente había sugerido que podría ser bueno para tratar el coronavirus. Esa gente –como la que no hace tampoco mucho se fue con armas al Capitolio de Michigan a pedir que se acabe el confinamiento, porque creen que se trata todo de una conspiración–, está ahí, no hay nadie que la frene y tiene el aval de un líder tan peligroso como el que ahora ocupa la Casa Blanca”, concluye Paquita Suárez, que confiesa que esperará a que el juego al que la obliga el seguro se ajuste a lo que considere justo, lo que le disgusta por la picaresca que conlleva, aunque afirma sentirse privilegiada, teniendo en cuenta los millones de indocumentados que están pasando en silencio la enfermedad, en su mayoría afroamericanos y latinos, que temen más a la factura que a la propia enfermedad. Muchos de sus alumnos, Paquita es profesora en la Universidad Pública de Nueva York, no saben si en sus familias han pasado la Covid-19 y ni se plantean acudir al médico, y como ellos son muchos en el país los que evitan las visitas al médico por el miedo adicional que su estatus migratorio les genera. Paquita Suárez Coalla, es además escritora y finaliza el relato de la enfermedad de su hija que ya se encuentra recuperada con un deseo: “lo más sabio sería hacer una revolución, pero hemos llegado tan domesticados a todo esto, tan acomodados a una falsa entelequia de comodidad que creo que es una opción que ni siquiera contemplamos”.