No ha cambiado nada
Gustavo A. FERNÁNDEZ
¿En qué nos ha cambiado esta maldita pandemia y esta larga cuarentena? Me temo que en nada. Ya no creo que las crisis saquen lo mejor o lo peor de cada uno. Creo que los que se han comportado como héroes, velando por los demás, ya eran antes buenos profesionales, igual que los mezquinos, los aprovechados, vagos y envidiosos lo siguen siendo al borde del abismo.
Los siete pecados capitales no han respetado la cuarentena. Por eso estos días he sido testigo de comportamientos agresivos en la cola del pescado, hay merluzos en todos lados. He tenido que salirme de grupos de WhatsApp y silenciar en el Facebook a conocidos radicalizados para no discutir de política, pues es imposible debatir los matices del gris cuando no nos ponemos de acuerdo en lo que es blanco o negro, cuando no se sabe ni se quiere diferencia entre hechos y opiniones, entre noticias y bulos. He alucinado con una madre que llama por teléfono al profesor quejándose, beligerante y faltona, pero que al percatase de que estaba equivocada o que su hijo le ha mentido, no es capaz de disculparse ni reconocer su error. He sabido de alumnos que no tienen internet para hacer los deberes pero sí para jugar a la Play, ¡viva el aprobado general! Ante esta crisis, he visto presumir a algunos, adoptando mucho postureo, cuando en la práctica no han hecho nada.
Y finalmente, he vuelto a decepcionarme con esos trabajadores empeñados en mirar el tamaño del pene de su compañero de al lado, pero que no se dan cuenta que son ellos mismos los que se están meando los zapatos. La envidia es una enfermedad sin cura y con la que, muchas veces, el enfermo no es el que más sufre sus consecuencias.