Publicado el: 22 Jun 2017

Sin señal no hay futuro

Por Fernando ROMERO

Está visto que los que habitamos los pueblos asturianos no tenemos los mismos derechos que los que viven en las ciudades. Después de décadas forzándonos a abandonar la casa de nuestros mayores a fuerza de dejarnos sin recursos de los que vivir, de denostar lo ‘aldeano’, de concentrar las inversiones en las urbes a costa del ahorro de todos, de diseñar una Asturias centralista y triangular cuya bandera debería ser un fondo negro con una Y, ahora nos quieren impedir que nos asomemos al mundo a través de la TV. Que hablemos o guasapeemos con nuestros hijos y nietos emigrados a países remotos (para sacarle rendimiento a su carrera, que tanto trabajo nos costó que consiguieran). Tampoco podemos, como hacen los de las ciudades, mirar a través del móvil o del ordenador, o de la tablet las cosas que pasan por el mundo. Y es que en Asturias lo rural solo es un reclamo pintoresco para atraer a urbanitas.

No hay posibilidad de fijar población en los pueblos de Asturias. Yo personalmente soy, más que escéptico, nihilista en este aspecto. No hay interés por parte del Poder de que se retome el sentido común y cada cual regrese a su terruño. No sabemos porqué, pero seguro que hay una razón de peso que, a los aldeanos se nos escapa. Lo cierto es que hay mucha gente joven hastiada que ha sentido la llamada de sus pueblos, la atracción por el terruño de los mayores de una manera sincera y natural.

Pero claro, regresar al pueblo no es fácil, más que en términos de segunda residencia. Para poder hacer que los pueblos sean un lugar vivible, donde pueda uno desarrollar sus conocimientos profesiones y labores, donde pueda vivir sin tener que coger todos los días el coche, hace falta algo más que eslóganes publicitarios. Hace falta, en este orden, lo siguiente: vivienda, trabajo y servicios públicos.

Lo de la vivienda no sería un problema, pues muchos ayuntamientos se pegan por atraer gente joven como alternativa a su  próxima y no lejana desaparición del mapa. Ahora bien, trabajo, poco o nada, transporte malo o ninguno, centros educativos, cada vez menos y lo mismo ocurre con la sanidad pública periférica, aquella que se escapa al hospitalón de los Areces del mundo.

Lo cierto es que hoy extensas áreas rurales de Asturias están incomunicadas (algunas a 15 kms de la capital) y no son precisamente un reclamo para que la gente joven regrese y se instale y monte sus empresas. Simplemente no llega la señal, por lo que no hay futuro.

Quedan los viejos, que, por inapelable ley de vida se morirán y con ellos los pueblos.

Pero eso no parece importar los políticos. Y es que, puestos a profundizar, político es un término que deriva de polis, que significa ciudad en Griego. Y claro, ¿que puede esperar uno de pueblo de alguien que defiende la polis y los tan manidos derechos  “de los ciudadanos”.

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