Publicado el: 19 Abr 2018

Buddy Holly y el relojero de Loro

Por Fredo Eldorado

Qué pálida y flaca vienes, mi nena! ¡Cómo se nota que te tuvieron a papas toda la semana!”
Allí, delante de la que fuera la casa del relojero, en el barrio de Ciriceo de Loro, un soñoliento texano escuchaba las explicaciones.
– Estando en Madrid, hacia el año 1800, Manuel Menéndez Artedo, más conocido como “el relojero” compró una imagen de la Virgen del Rosario y la envió a Casa Bermudo, entre La Castañal y el Piconal, -dijo señalando la dirección aproximada-. Los vecinos fueron a buscarla y la llevaron en procesión, asistiendo muchísima gente, hasta la Iglesia de Folgueras. De esta forma cumplían los deseos de ese mecenas. Las instrucciones eran claras: Todos los años, el 10 de agosto, festividad de San Lorenzo, la imagen donada sería custodiada en la capilla de Loro para lo cual era recogida por los vecinos y traída en procesión hasta aquí.
Luego le contó que el regreso de la imagen se producía el 14 de agosto, víspera de la festividad de Nuestra Señora en Folgueras y que los mozos portaban la Virgen y la devolvían a su morada habitual en las mismas condiciones en que la recogían cuatro días antes. “Hombre, solo faltaría que se devolviera dañada…” -apuntó Buddy Holly con una media sonrisa.
– Bueno, algunas vecinas de Folgueras no pensaban lo mismo y, apostadas en el camino cual plañideras sin difunto, reprochaban a su manera lo que ellas consideraban el mal estado de la devolución de la Virgen… -dijo mirando al suelo con gesto triste.
Buddy Holly reconoció inmediatamente ese gesto. Era un zarpazo en el alma. Llegaba sin avisar y se quedaba una temporada. Un minuto o un mes, depende. Paralizaba los sentidos lógicos y se instalaba a cuerpo de rey en la cabeza a pensión completa. Viajaba de paquete con su víctima sin despeinarse y sin pedir la cuenta. Distorsionaba los recuerdos hasta idealizarlos de una manera tan enfermiza que hacía odiar el presente y temer al futuro porque no iba a superar a ese pasado de postín tallado a fuego en cartón piedra. Era el zarpazo de la nostalgia.
Información histórica: Ramón Selgas (a través de Plácido García) y José Luis Inclán.

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