Publicado el: 02 Ene 2019

Cuando el Alto del Praviano se partió en dos

Se cumplen diez años de la aparición de la gigantesca grieta que cortó durante 26 meses la carretera N-632 a su paso por Soto del Barco

Imagen del deterioro de la curva, en 2010/ R.B.

Rafa Balbuena/ Soto del Barco
Igual que una tormenta arranca con un soplo de brisa, esta historia comienza con un simple bache. Aunque no tan simple: la monumental grieta del Alto del Praviano del otoño de 2008 fue el resultado de una concatenación de circunstancias que mantuvo cerrada, en condiciones catastróficas, la carretera N-632 durante más de dos años a su paso por el concejo de Soto.
El suceso tuvo lugar hace ahora justo una década en el Alto del Praviano, una loma caliza de 176 metros de altitud, con planimetría compleja y una extensa superficie que ocupa la franja que va del límite del concejo de Castrillón a la vega del Nalón. Lo cruza la carretera general, que durante muchos años fue la principal vía de tráfico que comunicaba Asturias con Galicia por la costa. Pero la apertura de la autovía A-8, en 2005, y su consiguiente desviación masiva de tráfico supuso que el Praviano, de un día para otro, pasase de sufrir retenciones kilométricas a convertirse en una carretera semivacía. Además, los veranos de 2007 y 2008 fueron los más lluviosos de la década en Asturias, y los estratos de frágil suelo calcáreo no tardaron en resentirse de tanto cambio en tan poco tiempo.
Con estos mimbres, a mitad de otoño de 2008 se empezaron a formar pequeñas ondulaciones sobre el firme. A diferencia del verano, los meses de septiembre y octubre de aquel año fueron mucho más secos de lo habitual; quizá eso no hizo reparar en que, bajo el asfalto, había bajado mucha más agua de la que la roca porosa podía soportar. En noviembre, el efecto de “salto” era evidente para cualquier conductor que pasase por allí, y una señalización provisional a la altura de la curva avisó de la obligación de reducir la velocidad ante la presencia del bache, que con el paso de los días se iba haciendo más pronunciado. Era un indicio poco halagüeño y los usuarios de la vía (principalmente los vecinos de Carcedo, La Corrada y el propio Alto) se temían lo peor. Que no tardó en llegar: el 2 de diciembre apareció una fisura sobre el asfalto, que a lo largo de esa semana se fue convirtiendo en grieta y que el día 8, en pleno puente de la Constitución, partió la vía de arcén a arcén con un escalón por medio, imposibilitando la circulación primero en sentido ascendente y luego en las dos direcciones. El corte fue inminente y lo que en principio parecía una eventualidad más de las carreteras asturianas, acabaría siendo un disparatado episodio de abandono e ineficiencia, con la llamada “curva de la hucha” como escenario de unos destrozos espectaculares, dignos de un episodio bélico o de un seísmo de proporciones catastróficas, y que permanecerían sin reparar durante más de dos años.
El paso del tiempo y los fenómenos meteorológicos habían hecho mella en la carretera, pero la acción humana, sobre todo en lo que afecta a la gestión de recursos (o sease la administración y la política) se iba a encargar del resto. A partir de aquel momento, y durante 26 meses, la otrora orgullosa carretera general derivaría en una estampa inconcebible años atrás: un pavimento cuarteado a lo bestia, con unas fracturas tan anchas y profundas que, andando el tiempo, podrían tragarse sin problemas un utilitario o una moto de gran cilindrada. El abandono motivó que el área se llenase de hojas, ramas y desprendimientos por doquier, y para los vecinos de los núcleos adyacentes, aquello supuso tener que dar rodeos diarios de hasta dos kilómetros para cosas tan básicas como poder ir al trabajo, acercarse al apeadero del tren o hacer la compra en Soto, Piedras Blancas o donde tocase.

La “sima del Praviano”
Los chistes se sucedían: al margen de las fotos de personas simulando emerger de las entrañas de la grieta, o los videos de algún ciclista temerario saltando el desnivel en plan deporte de riesgo, hubo quien propuso, medio en broma medio en serio, llamarlo “La Sima del Praviano”. Mientras el Ministerio de Fomento, en ese momento dirigido por el socialista ‘Pepiño’ Blanco, daba unas incomprensibles y peregrinas largas a su reparación, los diputados del occidente asturiano del PP llegaron a escenificar su protesta colocando en noviembre de 2009 una irónica “tarta de cumpleaños” sobre la grieta, que en 2010 tuvo hasta su velita con el número 2. Como anécdota, cabe recordar que en ese momento los ‘populares’ -que ejercían la oposición en las tres administraciones competentes- se encomendaban con entusiasmo a la labor de Álvarez-Cascos en su etapa de ministro de Fomento, con el túnel bajo la ría de Villaviciosa como símbolo de que casi todo era posible en infraestructuras. Irónicamente, ese mismo mes se iba a gestar el cisma del que surgiría Foro Asturias. IU se limitaba a presentar en el Congreso una serie de interpelaciones que apenas llegaban a los titulares de prensa y mientras, por su parte, el ayuntamiento de Soto alegaba que al tratarse de una competencia estatal, poco más podían que hacerse eco de las quejas vecinales, según señalaba el alcalde, Jaime Menéndez Corrales. Curiosamente, las de 2010 iban a ser las últimas navidades de gobierno socialista local, también con escisión política por medio: el propio regidor abandonaría el PSOE a comienzos de año, constituyendo la Candidatura Independiente que hoy sigue gobernando el concejo.
Entre caos de administraciones y cruces de responsabilidades, el final llegó tras una aprobación presupuestaria de urgencia, y en enero de 2011 se acometieron las obras de reparación de la vía. En apenas dos meses fueron concluidas y, una vez reabierta la carretera y sin rastro visible del esperpento, el delegado del gobierno, Antonio Trevín, se disculpaba ante los vecinos del concejo por una tardanza tan bochornosa como ilógica y prolongada.
Se cerraban así la grieta y el episodio, pero no las dudas que suscita cómo una carretera nacional, por baja que sea su ocupación, puede permanecer durante más de dos años como un campo de batalla, sin que las autoridades competentes, del color que sean, logren un consenso inmediato para solucionar un problema que atañe a la ciudadanía. Porque es a ella a quienes se deben en sus cargos públicos, aunque eso, en última instancia, parece importar muy poco en la Asturias del siglo XXI.

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